Como en todas las arañas, las hembras son más corpulentas y los machos más flaquitos. ¿La razón? Los machos de las tarántulas deben ser ágiles para caminar y caminar, buscando hembras y eludiendo peligros gracias a sus patas largas. Como el esperma casi no ocupa lugar, tienen el abdomen chico. Las hembras, en cambio, son más sedentarias; viven en cuevas, deben acumular alimentos y contener numerosos huevos de buen tamaño, que ocupan mucho lugar en el abdomen: son robustas y gordas. Los machos adultos son máquinas de copular: viven poco, tienen pocas reservas y son malos cazadores, no pueden reponer muchas fuerzas. Como las hembras viven mucho - 5, 10 o más veces que los machos, como adultos - en la naturaleza hay muchas más hembras que machos. De aquí aquello que son "máquinas de copular" hasta que mueren. Por eso también los aracnólogos solemos igualar: presencia de machos = período sexual. Tal como se podría prever en animales que viven poco y copulan muchas veces, las cópulas son cortas: pocos minutos.
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El esperma lo llevan dentro de órganos especializados, los bulbos de los palpos, los cuales son capaces de depositar el esperma dentro de los reservorios de esperma de la hembra, dentro del abdomen, sobre el pliegue genital. Ahora bien: ¿cómo hace un macho de cualquier araña, que tiene los testículos dentro del abdomen, para llevar el esperma a los bulbos, los órganos encargados de transferirlo a la hembra? La maniobra es única en el reino animal y se llama inducción espermática. El macho teje una tela - que en las tarántulas es enorme, una verdadera sábana - se mete debajo de ella "boca arriba" y deposita en la tela una gota de esperma.
El macho sale, se coloca arriba de la gota y mueve los palpos rápida y alternadamente, tocando los extremos afilados de los bulbos con la gota. Así va introduciendo esperma en ellos y queda pronto para inseminar.
Cortejo y cópula
Los machos son capaces de detectar la presencia de la hembra por sustancias químicas (feromonas), que la hembra deja en la tela que rodea la entrada de su cueva. Los machos inician el cortejo, por lo general, vibrando su cuerpo a partir de movimientos espasmódicos de su tercer par de patas. Probablemente esta comunicación sea sísmica - a través del suelo - sin descartar la probabilidad de sonidos inaudibles para nosotros, emitidos por órganos llamados estridulatorios, que poseen muchas de ellas. También es frecuente un tamborileo alternado de palpos contra el suelo.
En esa posición, el peligro se transforma en placer. El macho eleva a la hembra y, penetrando por debajo de ella, estira sus palpos y los inserta alternadamente unas pocas veces, transfiriendo el esperma a la genitalia femenina.
Después, cubriéndose la retirada con vibraciones, toqueteos y demás caricias, el macho desengancha los quelíceros de la hembra y se retira con alguna ligereza, pero sin pánico. ¡Misión cumplida! Y así será su corta vida: deambulando (generalmente de noche) buscando hembras, cortejando, copulando y recargando los palpos mediante inducciones espermáticas...
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